Qué es el spanking, el juego en pareja que despierta el deseo

¿Duele… o excita? Dentro del universo del spanking, la línea entre el dolor y el placer es delgada. Y es que, la sensación no se vive como agresión, porque no lo es, sino como un juego erótico que combina confianza, intimidad y respuesta corporal. Aquí, el ‘golpe’ no es violencia, sino un estímulo medido y consensuado que despierta en el cuerpo mucho placer.
¿Qué es el spanking?
Primero lo primero, ¿qué es el spanking? Como lo indica su nombre en inglés, se refiere a nalgadas en su forma más básica. Sin embargo, cuando lo llevamos a la intimidad, es una práctica sexual que consiste sí, en dar o recibir nalgadas, pero ya con el fin erótico del placer.
Cuando se practica correctamente, cada palmada activa una reacción bioquímica, la cual libera endorfinas, dopamina y adrenalina, de forma similar a cuando hacemos ejercicio intenso o recibimos caricias profundas.
Así que, esa descarga convierte la experiencia en un recorrido entre el placer y la euforia. Por eso, para muchas personas el spanking se siente como un viaje sensual y liberador entre el dolor y la felicidad.
Por otro lado, muchas veces creemos que el spanking se limita a solamente usar nuestras manos, pero actualmente se utilizan paletas, látigos suaves, floggers (un tipo de látigo en forma de pala forrado en cuero), varas de bambú o cepillos de pelo. Debido a que cada herramienta deja una sensación diferente en la piel. Porque parte del juego está en descubrir qué tipo de impacto, textura o ritmo genera más placer para ti (y para quien juega contigo).
¿Qué considerar antes de practicar el spanking?
Antes de poner manos (o lo que sea) a la obra, es trascendental comprender y recordar que el spanking no tiene nada que ver con la agresión, sino con el consentimiento y acuerdo mutuo. La diferencia radica en la intención y en las reglas que lo sostienen: se hace para dar placer, no para causar daño. Por eso, antes de empezar, la comunicación y los límites son tan importantes como el juego mismo.
1. Crear una safeword
El safeword o palabra de seguridad es fundamental, ya que es la señal que detiene el juego de inmediato. No importa el momento ni el nivel de excitación: si se dice, se para. Porque el consentimiento no es negociable, se practica activamente.
2. Establece una escala
Fijar una escala de intensidad del 1 al 10 ayuda a nivelar la intensidad deseada y hasta donde se quiere llegar. Por lo tanto, este tipo de acuerdos ayuda a que la experiencia sea más placentera.
3. Erotico o disciplinario
Claramente, el contexto cambia el sentido. Porque no es lo mismo las nalgadas eróticas que buscan encender el deseo, mientras que las disciplinarias forman parte de juegos de rol, donde se explora la autoridad y la sumisión (más apegado al ‘sexo Kinky’ o al BDSM). De esta forma, ambas pueden ser igual de excitantes si se dan con el respeto y las reglas claras.
Así que, decide el contexto en el que quieres intentarlas para disfrutar.
La piel recuerda lo que el cuerpo disfrutó…
No solo la preparación previa forja el camino al placer en el tema de esta práctica, sino también el post. Incluso, la piel enrojecida tras una sesión de spanking no solo es parte de la sensación, también tiene un componente estético y emocional. Por ejemplo, para muchas personas, las marcas son un recuerdo erótico de un momento íntimo e intenso.
También, el cuidado posterior forma parte clave de hacer de esta sesión una experiencia inolvidable, los abrazos, las caricias y la comunicación tras el encuentro, hacen que la experiencia se enriquezca cita tras cita.
Si estás pensando en experimentar más allá del sexo convencional, el spanking puede ser un excelente punto de partida. De hecho, actualmente hay cursos de Educación Sexual (presenciales y online) donde podrás aprender más sobre esta práctica para atreverte a dar la primera nalgada (o recibirla).
¿Sabías que el spanking no es nuevo?
Aunque actualmente lo asociamos con lo erótico, el spanking tiene una historia más antigua de lo que crees. Fue en el siglo XVIII, en Europa, donde existían las famosas casas de flagelación, lugares donde hombres y mujeres acudían exclusivamente a recibir azotes y nalgadas. Lo que comenzó como una curiosidad, se convirtió en un verdadero negocio del placer… hasta el día de hoy.
Con información de JOYclub.
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